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La forma en que nos hemos relacionado con el agua ha determinado nuestra evoluciÒn social. Las primeras civilizaciones de agricultores sedentarios en las fÉrtiles riberas de los rÍos Nilo, Tigris y Eufrates marcaron el punto de partida de este viaje a lo largo de los milenios y continentes. El paso a la irrigaciÒn, propiciado por los cambios en el nivel del mar, dio lugar a una explosiÒn demogrÄfica y a cambios estructurales que se dejarÍan sentir a lo largo de los siglos. En Grecia, por ejemplo, la propiedad comunal de los pozos sentÒ las bases de la democracia, en Roma, el sistema hidrÄulico dio lugar a sistemas de tributaciÒn, y el mundo moderno tal y como lo conocemos naciÒ con la creaciÒn de un marco jurÍdico para el desarrollo de infraestructuras hÍdricas.