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Las leyes varían muchísimo, pero el concepto de justicia sigue brillando en todas las tierras. A lo largo de la historia la gente ha honrado al rey justo. Cualquiera que fuese su ideología, en China el gobernante siempre tenía un “mandato” del Cielo. A lo largo de la historia la gente siempre ha honrado asimismo al juez justo. La sed de justicia es, en verdad, una influencia aglutinante entre todas las fuerzas, cualquiera que sea el color de su piel.
Podemos respetarnos unos a otros, aunque nos falte bastante para llegar a un completo acuerdo. El respeto es el inicio de la cooperación; y la cooperación acaba a menudo en amistad. Las actitudes antagónicas respecto a alemanes y japoneses trocáronse, más bien rápidamente, en una amistad que hoy florece donde hasta hace poco nos dominaba el odio.
Un mundo sin guerras bien merece el esfuerzo supremo. Puede lograrse en este siglo si, en lugar de derrochar nuestras energías en explotar la fuerza disuasoria, convertimos en preocupación constante nuestra comprensión de la libertad, tanto en el nivel local como en el mundial. Este es mi Credo.
William O. Douglas