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El dijo: No, jamás golpear a un animal herido. El perro se alejó renqueando mientras el hombre sonreía botella en mano. El dijo: No es de hombres. El hombre sonreía de nuevo botella en mano. El dijo: Nunca he pegado a una mujer. Fue entonces, cuando una niña entró en el lugar y despacio, muy lentamente, se quitó el vestido y abrió sus vísceras rotas por dentro. He ahí el origen de la hipocresía.