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Pocos escritores responden a la exacta definición del ser narrativo con el grado de ascetismo, bondad y excelencia de Rafael Sánchez Ferlosio, que, llevando sólo lo preciso, avanza eternamente por el desierto árido de su propio, laborioso y suficiente quehacer, toda la vida camino de Jotán+, aquella ciudad mítica que Marco Polo ubicó en la Ruta de la Seda y que aún hoy se levanta sobre la arena del desierto de Takla Makán, referente y símbolo. Quien ose trasponer sus dunas hallará revelaciones y pecios sobre la íntima relación entre Historia y violencia (la Historia entró en América a sangre y fuego, a saco y a degüello+), sobre economía ( ya no se produce para satisfacer las necesidades +o lujos o caprichos+ de los consumidores, sino que se consume para satisfacer los intereses de la producción+), sobre la educación de los niños ( todo proceso intelectivo ha de ser, por esencia, actividad no puede ser pasiva recepción+) y, en fin, sobre el don de la palabra y el oficio literario ( la obra ha muerto, vivan los autores+). A lo largo de estos dos libros, reunidos por primera vez en un solo volumen, G