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El Canal de Castilla es una gran obra de ingeniería hidráulica construida a finales del siglo xviii con el objetivo de mejorar el tráfico de mercancías por el interior peninsular en un momento en que el mal estado de los caminos y la lentitud del transporte –en carros o a lomos de mulas y burros– lastraban el mercado interior de mercancías en España. Su ejecución permitió que a lo largo de las extensas llanuras castellanas se dispusieran de más de 200 kilómetros de canales navegables, de modo que los cereales y las harinas producidos en los territorios de interior fueran transportados en barcazas hasta Alar del Rey –en su extremo septentrional–, desde donde se despacharían hacia los puertos del Cantábrico. Por esta misma vía se recibían también productos como azúcar, café, o tabaco provenientes de América y que, a bordo de las barcazas, eran distribuidos por todo el centro peninsular.