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HUIR de mí mismo
y después buscarme
para volver cuando no me guste
lo que encuentre.
Ser un letrero que reclama
un puerto en tierra o altamar.
No saber los nombres de las cosas
no decir nada de flores o de soles
nada de estrellas ni noches.
Y no querer quedarme
a recibir la nada
que tanto nos ha costado
alcanzar.