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Casas muertas y Oficina N.1 forman un dÍptico que marcÒ un hito en la literatura venezolana y fue admirado por escritores como Gabriel GarcÍa MÄrquez y Pablo Neruda. Con un lirismo extraordinario, Miguel Otero Silva nos muestra la lenta agonÍa de un pueblo herido de muerte, y el nacimiento apresurado de los primeros asentamientos petroleros del paÍs.