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El refugio siempre / dice más de quien lo construye / que de aquel que se esconde. ( ) Porque / los refugiados / no siempre son los otros. Cuando Jan Jambon, ministro de interior belga, proclamó su execrable Devuélvanlos al mar, me da igual si se ahogan!+, hablaba de cuerpos y fantasmas de los que han de venir y de los que partieron, y también lo hacía por los hongos ciudadanos de la ciudad búnker y por la esperanza pintada de verde de un mago imbécil. Frente al exabrupto, tiene usted en sus manos un poemario-aguja, un recordatorio de que el ser es siempre ser-con-el-otro. Con Ciudad Refugio, Alejandro Ruiz Morillas ha construido un texto que es bálsamo y ascua, una declaración de intenciones que supone un llamamiento a la acción desde el rurgir +urgente+ del poema. +¿Cómo era vivir del otro lado de la frontera? / +No. El otro lado ni siquiera existe. / +Tú cruzaste / +No. Yo sólo tengo / una vieja foto en la cartera.