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Lo que no acaba de advertir era el influjo que ya ejercia en mí, casi desde el primer sin-contacto lo llamaré así- como un tocar sin tocar. Tentación exquisita. Un sonido latente y a flor de piel que inducía a la adicción. Razón por la que incomprensiblemente todos desean probar -invadir el instrumento extraordinario y el más difícil de tocar. No podía ocuparme en su práctica (aún...). No podía distraer jamás mi atención del violín. Esto esto era solo el principio...