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Las estadísticas sobre separaciones y divorcios ponen de manifiesto la fragilidad de la familia y de sus miembros. Aun así, aunque la convivencia sea difícil, nos seguimos casando, afrontando desilusiones y superando problemas complicados. La vida doméstica puede transformarse en conflicto, el diálogo en incomprensión, las desavenencias emocionales desembocar en disputas y, en los casos más flagrantes, en dramas humanos con trágicos desenlaces, como señalan continuamente las páginas de sucesos de los periódicos. Pertenecer a un grupo, a una confesión religiosa o a una escuela de psicoterapia no protege necesariamente de los peligros.