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Cuando Giuliano della Rovere ascendiÒ al pontificado en 1503 hacÍa mÄs de tres dÉcadas que compartÍa con Fernando e Isabel -reyes de Castilla y AragÒn- unas relaciones marcadas por la rivalidad polÍtica y la convergencia religiosa. Durante este tiempo, aquel buen cardenal pero hombre sin medio se habÍa convertido en interlocutor clave en el conflicto sucesorio castellano, la polÍtica eclesiÄstica de los Reyes CatÒlicos y la pugna sostenida con Francia en las guerras de Italia. A pesar de su apoyo en el cÒnclave, Julio II tardÒ en normalizar las relaciones con el poder hispano en su empeÛo por redefinir los Estados Pontificios, mientras Fernando e Isabel afirmaban su dominio sobre NÄpoles y daban forma a la Iglesia de Indias.