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Francisco Franco Bahamonde, el GeneralÍsimo, el Caudillo, el dictador: nunca fue masÒn, pero estaba enfermizamente obsesionado con la masonerÍa y los masones. De hecho, fue el ×nico Jefe de Estado que firmÒ una ley implacable para la persecuciÒn de los masones. ReciÉn acabada la guerra civil y durante toda su vida repitiÒ insistentemente en numerosos discursos y en mÄs de un centenar de artÍculos -curiosamente firmados con distintos seudÒnimos- que habÍa que estar en guardia contra las acechanzas de un extraÛo contubernio judeo-masÒnico-comunista, basado fundamentalmente en rancias, pero muy eficaces teorÍas conspiratorias. En EspaÛa prevalece todavÍa la visiÒn mÄs oscura de la masonerÍa, como la de un ente secreto, satÄnico e infernal, causante de todos los males. Esta visiÒn estaba tan arraigada en la mente de muchos espaÛoles -y probablemente a×n lo estÉ- que por eso los masones tuvieron que esperar unos cuantos aÛos despuÉs del fallecimiento de Franco para poder regresar del exilio. Y algo que tambiÉn parece muy significativo: la masonerÍa no fue legalizada hasta dos aÛos despuÉs que el Partido Comunista de EspaÛa (PCE). Franco, no podÍa dormir tranquilo porque estaba convencido de que la masonerÍa es un terrible enemigo que no se rinde jamÄs. Esa era la peor de sus pesadillas.