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En 1669, el comediógrafo Jean Baptiste Poquelin
(Molière) daba a luz una obra inmortal —Le Tartuffe—
en la que se describía la figura del hipócrita o el impostor.
Se trataba de denunciar a un personaje marcado por
el permanente disimulo y la doblez con los que, paradójicamente,
se ganaba las simpatías de un amplio e
ingenuo público. Sin embargo, desde muchos siglos
atrás se venía advirtiendo para que se desconfiara de este
tipo de gentes. Lo testifican y algunos pasajes bíblicos y
obras moralistas, filósofos, historiadores y autores del
más variado signo que podrán en guardia contra quienes
estaban, o se suponía que estaban, marcados por este
vicio. Con frecuencia la hipocresía será vista como una
variante de la soberbia, habitualmente tomada ...