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En su uso normal, la palabra compasiÒn suena a sentimentalismo alejado de la praxis, ajeno a la vida polÍtica, a comportamiento moralista que viene a encubrir las causas de la injusticia, a una vaga simpatÍa que se siente desde fuera o desde arriba con cierto complejo de superioridad. Sin embargo, el verdadero sentido de la compasiÒn es ponerse en el lugar de los sufrientes en una relaciÒn de igualdad y empatÍa, asumir el dolor de las otras personas como propio, interiorizar a la otra persona dentro de nosotros y nosotras, sufrir no solo con los otros, sino en los otros, hasta identificarse con quien sufre y con sus sufrimientos, cuestiÒn que no resulta fÄcil pero que es necesaria. La compasiÒn requiere participar activamente en el sufrimiento ajeno, pensar, conocer y mirar la realidad con los ojos de las vÍctimas, de las personas empobrecidas, luchar contra las causas que lo provocan y curar las heridas que genera la injusticia. La compasiÒn es una «pasiÒn que se dirige espontÄneamente al sufrimiento de los otros y de la naturaleza oprimida, y nos hace seres mÄs humanos y personas mÄs conectadas con la naturaleza de la que formamos parte. Para ser una persona compasiva no es necesario que exista un afecto previo, es suficiente con que consideremos a quienes sufren como iguales. Ese es el verdadero significado de la compasiÒn como principio y virtud.