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Qué tentación lo oscuro: se parece a una esfera. Y el acabado cauce adormecido anuda viento y agua, como un árbol en mitad de la noche resignándose, callado sobre el llanto de las hojas, surcando su misterio de pechos y raÃces. Qué tentación febril para el abrazo cuando sucumben sangres que no manchan. Alrededor se vuelve todavÃa con una precisión de reinos otoñales: hay lobos por fronteras. SÃ, son los aullidos, la nostalgia que miente, y que nunca nos falten sus requiebros veloces.