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En el aÛo 900 d. C., pocos habrÍan imaginado que los pequeÛos y belicosos reinos cristianos fruto de la desintegraciÒn del Imperio romano iban a tener un futuro de esplendor. Rodeados por implacables enemigos y con el AtlÄntico cerrÄndoles el paso al otro lado, parecÍa que los cristianos no podrÍan prosperar. De hecho, muchos de ellos temÍan la llegada del anticristo y el fin del mundo. Pero el anticristo no hizo acto de presencia y la cristiandad no se hundiÒ, sino que forjÒ una nueva civilizaciÒn.