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Lo que Simone Moro, uno de los mejores alpinistas del mundo, siente por el Nanga Parbat es como una iluminación, un resplandor emanado de las páginas de los libros que Simone leía cuando era niño, y que narraban las extraordinarias empresas realizadas por alpinistas como Albert Mummery, Hermann Buhl y Reinhold Messner. Unos alpinistas que dejaron en esta montaña su huella, y en algunas ocasiones, trágicamente, también su vida. Con el tiempo, aquel resplandor se reavivó hasta convertirse en una pasión irresistible, un verdadero amor hacia una cumbre majestuosa que, a lo largo de los tiempos, había rechazado una y otra vez a tantos alpinistas.