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María del Carmen escribe a ritos y a ratos para gestar pasadizos y hallarse a sí misma en lo profundo del ojo de la tormenta. Los poemas de Severo revés funcionan como dagas, como dardos escritos para romper el hechizo de los reflejos. La escritura llega y se festeja porque abre grietas, hace estallar la palabra y construye versiones, imagina nuevos finales al pasado que vuelve y da lugar a las aporías'. (Martín Aguierrez, fragmento del prólogo)