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Entre los distintos porqués que justifican el fenómeno de la sucesión por causa de muerte es habitual apuntar al principio de seguridad jurídica, en la medida en que, a través suyo, se viabiliza la subsistencia de las posiciones jurídicas, activas y pasivas, que el causante dejó vacantes tras su óbito y la consiguiente extinción de su personalidad.